La pluma de plata

Nota introductoria:

En junio de 2019, un grupo de seis profesores presentaron a sus estudiantes de segundo del batchillerato en arte y expresión del Liceo 2, Hector Miranda, una prueba que abarcaba seis asignaturas y consistía, simplificando mucho, en realizar alguna representación teatral con guión en inglés, en la que apareciese una resignificación (1) y representación (2) de una de las tres obras seleccionadas: Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires, de Juan Manuel Blanes; Los cepilladores de parquet, de Gustave Caillebotte; y Las bailarinas azules, de Edgar Degas (3). Hoy no me voy a extender mucho al respecto, pero fue un trabajo tan amplio que en algunas asignaturas continuamos con el tema incluso tras haber presentado la prueba. En Arte y Comunicación Visual, por ejemplo, una de las consignas fue volver a resignificar la pintura. Dado que dibujar no sería tan provechoso para mí como lo era para mis compañeros, al menos en lo que al cumplimiento de los objetivos de la consigna se refería (los que me conozcan o hayan leído alguno de mis anteriores textos recordarán que soy ciega, ¡y que conste que no dije que los ciegos no podemos dibujar!) la docente adaptó la propuesta y me sugirió que escribiese una historia al respecto. En fin, este fue el resultado. Si tienen muchas ganas de leer, antes de empezar la historia les recomiendo que le peguen una vichada a las notas explicativas de abajo. No son imprescindibles para comprender el relato, pero quizás lo lean con más comodidad si primero pasan por ellas.


La pluma de plata.

Por enésima vez, volteó nerviosa para ver si alguien la seguía, y también por enésima vez descubrió que los pasos que creía oír eran el roce de la ropa contra su piel al moverse. Caminaba sin apenas mirar los cuadros, intentando ignorar la punzada de culpa que la asaltaba al pensar en cuántos Retenidos habría allí y a cuántos podría salvar si no fuese tan cobarde. Su mano derecha se contrajo de forma involuntaria al pasar junto a uno en el que se veía una niña parada sobre un montón de rocas. Solo le llevaría un segundo comprobar… cortó el pensamiento en seco con un creciente nudo en la garganta. Desde hacía años la Orden del lienzo, como los llamaba ella, o los artistas de renombre, como los llamaba el resto de la gente, se dedicaba a recluir en sus cuadros a aquellas personas destinadas a realizar algún aporte importante al resto del mundo. Y desde hacía no mucho tiempo, la Hermandad de la pluma intentaba liberar a los cautivos y proteger a quienes corrían el peligro de sufrir su misma desgracia. El hecho de que casi todas sus integrantes fuesen mujeres no era casual; la gente solía olvidarlas con más facilidad, lo que les permitía pasar desapercibidas la mayoría de las veces. Kauffmann, Gentileschi… Como si el pensar en ellas hubiese sido el detonante de una cercana catástrofe, el viento aulló con más fuerza afuera y Ana se estremeció. De repente, la pluma de plata que llevaba colgada al cuello pareció pesar una tonelada. ¿Por qué se le había dado por pensar en las dos hermanas con peor destino?
Se detuvo sorprendida al comprobar que había llegado. La cólera que sintió entonces no dio lugar a nada más. Allí estaban las seis, congeladas para siempre en posturas antinaturales e incómodas, obligadas a sufrir las inclemencias del tiempo y las indiscretas miradas de la gente portando ropa que las dejaba tan expuestas que lo mismo habría dado si no la hubiesen tenido. De los pliegues de su vaporosa túnica de seda retiró una delgada vara de marfil, que despidió un tenue brillo al ser rozada por sus largos y finos dedos. Acercó la punta del objeto al cuadro y esperó unos segundos, tan temerosa como impaciente. Estaba segura de lo que vería, pero aun así la impactó. Considerando que había llevado a cabo cientos de misiones, eso era decir mucho. Las ligeras, coloridas y agradables pinceladas se tornaron blancas, lo que permitió ver la sangre que con el tiempo había manchado las rosadas zapatillas. Los cuerpos de las bailarinas, temblorosos por el esfuerzo de sostenerse durante tanto tiempo, y porque en el museo debían de haber unos cinco grados de temperatura. Sus rostros, bañados por las lágrimas y el sudor, los labios agrietados, la súplica muda y el terror, antes ocultos tras la máscara de despreocupación dibujada por Degas, aquel que se había dedicado exclusivamente a capturar a integrantes de la hermandad.
Con sumo cuidado, realizó seis arcos con la varita. El cuadro se ensanchó, el blanco desapareció y se abrió un túnel oscuro que conectaba su mundo con el de la pintura. Desde allí pudo ver las espinas que el pintor había disfrazado de enredaderas con hábiles encantamientos, y las redes de hiedra venenosa que había transformado en tutús. Extendió la mano para ayudarlas a salir, pero se dio cuenta de que la distancia que debían recorrer las dos mujeres del fondo era más de lo que sus pies podían soportar. Con un nudo en la garganta vio cómo las cuatro de delante giraban, dando así la espalda a la seguridad del exterior del cuadro, y se aproximaban a sus compañeras para ayudarlas a salir. Ana se quedó con la mano derecha extendida, impotente. No podía entrar a ayudar porque no había espacio para ella.
La llenó el alivio al verlas acercarse al túnel. Sujetó sus manos, heladas y casi inmateriales, para ayudarlas a salir. Abrió la boca para ofrecer los cuidados de costumbre antes de dejarlas partir en paz, pero una de las Retenidas se le adelantó.
-Debes huir ahora, Ana.
Sus excelencias…
-Ignora las formalidades ahora, niña. Te estamos muy agradecidas, pero debes huir para protegerte a ti misma y a la hermandad.
-Pero…
-No te queda mucho tiempo, ¡huye!
La última frase la pronunciaron al unísono. Sin darle tiempo a reaccionar, hicieron aparecer un luminoso arco y lo atravesaron, desapareciendo de allí.
Sintiéndose furiosa y desconcertada pero a la vez sabiendo que debía obedecer, recompuso el cuadro con rapidez y trazó una pequeña pluma con su varita en la esquina inferior derecha.
Volvió por donde había venido, aunque sin experimentar el alivio que la embargaba tras aquellas liberaciones. Por el contrario, nunca había estado tan inquieta. ¡Acababa de liberar a las seis fundadoras! ¡Había esperado al menos un agradecimiento o un ofrecimiento de ayuda! Ellas más que nadie debían de saber el momento difícil por el que estaba pasando la hermandad. Cada vez más hermanas Retenidas, muertas o desaparecidas… y en el resto del mundo la cosa no estaba mucho mejor. Una de las profetizas muertas, ¡eso no sucedía hacía siglos!
Bajo la influencia de la rabia más pura, se detuvo frente al cuadro que había visto antes y sacó la varita. Antes de actuar, lo observó con detenimiento. Estaba equivocada, no era una niña. Una adolescente se encontraba de espaldas, desnuda, con los pies cubiertos de espuma apoyados sobre unas rocas tan lisas que parecía sorprendente que no se cayera. Era como si estuviese a punto de entrar al mar, pero intentaba mirar por encima de su hombro como si temiese que alguien la estuviese siguiendo. Ana se sobresaltó al ver la pluma tatuada bajo su omóplato derecho. Levantó la varita con decisión, pero dio un salto hacia atrás al ver que la muchacha comenzaba a girar hacia ella. Con el movimiento pudo ver mejor la expresión de pánico de la Retenida, una profetiza a juzgar por la marca de su espalda.
-Detrás de ti dijo una voz dulce, casi infantil, que provenía del cuadro.
Sintió el frío metal contra su cuello antes de ver nada, y la varita resbaló de su mano en contra de su voluntad. Las piernas se le aflojaron y un grito impregnado del más puro terror pugnó por salir de su garganta.
-Tranquila, preciosa –su voz era serpentina, estremecedora. La misión no saldrá tan mal; al fin y al cabo, tú ocuparás el lugar de tu querida profetiza…

Notas:
1. Resignificación: consiste en dar a algo un sentido diferente del original, al menos en lo que al arte se refiere. Si tomamos como ejemplo Las bailarinas azules, se las podría representar con los brazos y piernas convertidos en tallarines, lo que cambiaría por completo el mensaje transmitido. Hay distintos tipos de resignificación, sin embargo; esta es solo una mínima aproximación.
2. Representación: supongo que esto les parece una obviedad, volver a presentar algo. Cierto, lo es, pero había que hacer una distinción entre la representación y la resignificación, que no son lo mismo. Para ser más prolijos, les dejo dos de los significados propuestos por la RAE: *Acción y efecto de representar. *Obra dramática que en la Edad Media trataba de temas varios, principalmente religiosos. Y les dejo un concepto más, que no estoy muy segura de que aplique acá pero me parece interesante. *Imagen o idea que sustituye a la realidad.
 3. Sobre las obras seleccionadas:

Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires
Autor: Juan Manuel Blanes (1830-1901)
Realizado: c.1871
Técnica: Óleo
Soporte: Tela
Medidas: 230 x 180 cm

Los cepilladores de parqué
Autor: Gustave Caillebotte
1875
Óleo sobre lienzo
Alt. 102; Anch. 146,5 cm.

Las bailarinas azules
Autor: Edgar Degas
Año: 1898.
Técnica: pastel.
Medidas: 66,67cm
4. Sobre los autores mencionados en el relato:
Angelica Kauffman: fue una pintora y grabadora suiza del siglo XVIII (18), conocida por su incursión en la pintura de tipo histórico, algo impensable para una mujer en aquel entonces, debido a la prohibición hacia aquellas respecto a los estudios anatómicos.
Gentileschi: fue una pintora de fines del renacimiento muy reconocida en la época, aunque con una historia muy oscura, estrechamente vinculada con la violencia de género, que las biografías expuestas en las páginas de los museos ocultan tras un elegante velo de menciones a sus innovaciones lumínicas y cromáticas. Recomiendo el estudio de la biografía y la obra de estas dos mujeres, de forma muy conveniente tan olvidadas por la historia.
Edgar Degas: fue un artista nacido en el siglo XIX (19), que realizó obras de tipo histórico. Estuvo vinculado al impresionismo, aunque mostrando algunas diferencias con sus contemporáneos.

Fuentes:
https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/gentileschi-artemisa/bc35919f-7235-457c-9c8f-fd166574143e
https://www.museothyssen.org/coleccion/artistas/kauffmann-angelica
https://dle.rae.es/representaci%C3%B3n
http://mnav.gub.uy/cms.php?o=77
https://www.musee-orsay.fr/es/colecciones/obras-comentadas/pintura/commentaire_id/los-acepilladores-de-parquet-7236.html?tx_commentaire_pi1%5BpidLi%5D=509&tx_commentaire_pi1%5Bfrom%5D=841&cHash=4cbd1a491a
https://www.museothyssen.org/coleccion/artistas/degas-edgar


Aclaración: para el concepto de resignificación no cité ninguna fuente, me limité a escribir lo que recordaba de mis apuntes de clase (así que cualquier error se debe a mis descuidos, parafraseando a Stephen King). Si les interesa profundizar más al respecto, en las fuentes les dejo un linck bastante confiable, aunque no hay nada como vicharse un lindo libro de arte y comunicación visual o historia del arte.
Aclaración 2: desconfíen de la información dada sobre Las bailarinas azules en la nota 3. Hirónicamente, fue la obra con la que trabajamos nosotras, pero la información que hay en internet es imprecisa, y aún no me impuse a mi pereza para buscar un libro que trate sobre el tema.
Aclaración 3: Fue gracias a una de mis docentes de historia del arte (cuyo nombre no voy a dar por precaución) que descubrí a las artistas mujeres que menciono en el texto. Otra vez, cualquier error se debe a algún descuido por mi parte. Es curioso, porque a pesar de que mucha gente durante muchos años me habló de diversos artistas, a ellas nunca me las habían mencionado, como sucede con tantas otras cuyos nombres no voy a dar hoy. Si les es posible profundizar en su obra, insisto en que lo hagan. No les voy a decir que hacerlo me cambió la vida de forma drástica, pero es bueno rescatar estos retazos de historia olvidados.

Por último, me disculpo por el hecho de que parece que esta publicación está compuesta más por notas que por el texto en sí, pero toda esta información fue parte del proceso creativo y considero prudente compartirla con aquellos interesados en leerla.

Como siempre, ¡Los abrazo fuerte!

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