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Mostrando entradas de mayo, 2018

Acordate

¿Cómo estás? Tranquilo, no te asustes. No voy a hacerte nada, sólo vine para que te acordaras de mí. ¡Claro que me conocés! Me viste en muchos lados, aunque ahora te falle la memoria. El bondi, el liceo, la calle, el titular de algún diario... Me has visto en tus viajes: estuve en Argentina, Chile, Uruguay, Ecuador... en casi toda latinoamérica, me atrebería a decir. De vez en cuando todavía me doy una vuelta por ahí. En algunos países me ven y hablan de mí por un tiempo, pero después empiezan a olvidarse. En otros la gente ni siquiera me mira cuando me paro enfrente suyo. Los únicos que no se olvidaron de mí son mis familiares, y la gente los odia por eso. ¿Quién quiere recordar a alguien que no está? ¿Por qué no dejan de vivir en el pasado para que podamos estar tranquilos? Pero yo no estoy tranquila. No sólo porque me busquen desde hace tiempo y no me encuentren, si no porque olvidar es peligroso. No hablo de mí. Cuando me fui (cuando me llevaron, mejor dicho) no estaba sola.

Aprender con vos, no de vos.

El trato de usted. La gerarquía implícita. La distancia. El mayor desapego, la mayor seriedad. El aumento de la lejanía conforme pasan los años. El pizarrón, el profesor, el escritorio y los bancos todos ordenaditos en filas (más o menos) ¿Por qué? ¿Y qué clase de conocimiento se puede construir en base a un vínculo escalafonario y frío? En base a "yo estoy acá para enseñarte y vos para aprender, así que callate y escuchame a mí". En base a "Estoy arto de todos estos viejos de mierda que no paran de poner trabajos y escritos". En base a evitar que se te caigan los marcadores de la mano mientras escribís porque en el fondo está sentado un señor del que depende el tiempo que te vas a pasar parado esperando a principios de marzo para saber qué va a ser de tu vida laboral. En base a no quedarte sin uñas o lastimarte los labios porque tenés una prueba muy, muy importante de la que depende todo tu futuro, y el profe no te saca los ojos de encima. En base a "es impor

Hagamos un ejercicio

Hagamos un pequeño ejercicio... Imaginá que estás en una librería. Sí, en esos localcitos re lindos con olor a libro nuevo, hoja vieja o madera recién pintada. Escuchás, amortiguado como si estuvieras abajo del agua, el sonido de los autos o la gente afuera. Caminás entre las estanterías y de vez en cuando se te escapa el nombre de algún autor en voz baja. El silencio parece presionarte los tímpanos y vos buscás, buscás, seguís buscando... y llegás a una bifurcación. Hay un cartel escrito con letra pulcra y fina que reza: “derecha autores reconocidos; izquierda otros). Claro que esto no existe en una librería real (en una librería real ni siquiera están los libros de los otros, pero como estás en tu imaginación y podés hacer lo que se te cante ponele que está el cartelito ahí. ¿Para qué lado agarra la mayoría? Para la derecha, obvio. El pasillo de la derecha está lleno de libros conocidos como los de Suzanne Collins, Rowling, Borges y Lovecraft... y ponen a autores que no deber

Lo que escribo para hacer tiempo mientras llega mi mamá

¿Saben? Taría re piola preguntarle un día a algún estudiante ciego de facultad  qué estudia y conteste arquitectura, dibujo, fotografía, diseño gráfico, audiovisuales, astronomía, enfermería, beterinaria, ingeniería o alguna cosa así. No sé, se las tiro como pa que la piensen... Capaz que justo se dio la casualidad y a todos les pintó, pero siempre que pregunto es derecho, trabajo social, profesorado de historia, ciencias políticas, profesorado de filosofía, psicología... por ahí algún desubicado se tira pa la música, pero hasta ahí llegué a ver. Y no es que esté mal (yo  aamo a los docentes) ¿Pero no les llama la atención? Siempre todo trabajo de banco, todo re lleno de letras y números. Y no me refiero a que no lleven a cabo trabajo práctico (porque no voy a negar que hacer trabajo social, por ejemplo,  es re movidito en muchos casos) si no más a una cuestión de ramas. Es como que le huyen a ciertas carreras. Y no es algo que tiene que ver sólo con la persona ciega; nunca me voy a ol