Para que volvamos a abrazarnos

Estoy enojada.


Iba a empezar el texto diciendo que me duele la humanidad, pero me parece que sería una mentira en aras de la diplomacia. O, si no una mentira, sí un comentario para esconder lo que en realidad me pasa.
Y lo que me pasa es que estoy enojada.
Enojada con vos, que estás leyendo este texto, y también enojada conmigo.
Es raro que yo me enoje. Sí me puedo indignar (en general cuando veo la cantidad de injusticias cometidas en el mundo) o algo me puede molestar (los comentarios machistas, por ejemplo), pero no es común que me enoje, y menos aún que lo manifieste de alguna forma que no sea enfermándome de puro estrés.
Pero acabo de salir de ver una obra de teatro, y mientras venía en el bondi me di cuenta de que no solo estoy furiosa, sino también muy triste, así que me dieron muchas ganas de compartirlo con ustedes, que abrieron este texto inocente y amorosamente, sin saber muy bien con qué se iban a encontrar.
No sé si espero gran cosa con esto; la verdad, es algo que me tiene preocupada desde hace tantos años, y que llevo tanto a mis conversaciones de amigos para después ver que es una situación que se perpetúa, que ya no tengo muchas esperanzas de nada. Pero quién sabe, tal vez en el mundo haya algún Obi-Wan  (U Obi-Wana) que reciba mi mensaje.
¿Saben? Pienso que debería resultarnos alarmante que nuestros encuentros con amigos estén CRONOMETRADOS. O, si no alarmarnos, al menos sí llamarnos la atención.
-Ah, sí, nos podemos juntar, pero solo hasta las cinco, porque después tengo trabajo que hacer.
-Dale, sí, nos vemos... pero entre  las doce y las tres, que antes tengo clase de yoga y después una reunión del simposio de pastelería.
Y así vamos a vernos, no estando en la clase de yoga porque pensamos en la juntada, y no estando  en la juntada porque pensamos en la reunión, el trabajo o el auto nuevo del vecino. Y así nos encontramos, con la espalda toda contracturada, el corazón oprimido y la cabeza en cualquier otro lado menos en la conversación que mantenemos con nuestro amigo en ese momento.
Otra cosa que debería llamarnos la atención es lo mucho que nos cuesta juntarnos.
"Sí, ¡tenemos que vernos"!
"Dale, después arreglamos"!
"¡Un día de estos tenemos que vernos"!
No puede ser que juntarse con alguien sea tan difícil, ¡carajo!
No puede ser que tengamos ochocientas actividades y que en ninguna parte de la lista esté "darle un abrazo a un amigo", o "reírme con una amiga", o salir a tomar unos mates para dejar de pensar un poco".
No puede ser que nuestros afectos siempre queden en un segundo plano, y que veamos cómo el otro se rompe en mil pedazos y nos hagamos los boludos porque siempre va a ser más importante el parcial, el trabajo o la clase de la próxima semana.
No puede ser que la gente se mate y se vuelva un número más; no puede ser que algo nos duela, lloremos un poquito y después sigamos estudiando (o trabajando) como si nada. No puede ser que tengamos que buscar una excusa para abrazar, decir te quiero o hacer algo lindo por alguien. No puede ser que el único momento que encontremos para ver a un amigo sea en el cumpleaños de alguien, y no puede ser que el amor y la felicidad sean parte del decorado, que encima se puede sacar si no cuadra con el resto del espectáculo.
Y lo otro que tampoco puede ser es que naturalicemos vivir bajo el yugo de la construcción cultural, brutal y eficazmente impuesta, de que toda nuestra atención y nuestro amor deben estar dirigidos a una sola persona (y sí, hablo de la pareja).
Sí, ya sé: somos víctimas de un sistema que busca exactamente esto, que nos perdamos cada vez más a nosotros mismos hasta olvidar que somos algo más que máquinas dedicadas al trabajo y al "progreso".
Pero lo que también sé es que somos seres pensantes, muy capaces de ver lo que nos pasa por delante.
Así que, por favor, por favor, por favor... dejemos de naturalizar la deshumanización y volvamos a abrazarnos, que tanta frialdad duele y me pone muy triste.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Todos buenos"

Hoy fui a ver a una amiga al teatro